Fotografías de la noche porteña en las décadas del 60 y 70, por Lucrecia Plat



Lucrecia Plat fotografió boates como Mau Mau y diversos desfiles. Hoy, cincuenta anos después, su obra fue elegida por el Programa de Financiamiento Mecenazgo para la puesta en valor de sus fotos.

Mau Mau Buenos Aires

El 5 de mayo de 1977 se reinauguró la legendaria boite Mau Mau, un hito de la noche porteña. Un lugar conocido como «La catedral del ruido» frecuentado por escritores, artistas y modelos de la época.

Boliche Mau Mau Buenos Aires
Mau Mau Buenos Aires


Boliche Mau Mau Buenos Aires
Mau Mau Buenos Aires


Mau Mau Buenos Aires
Mau Mau Buenos Aires


Fui muy feliz, es una profesión que comencé para ganarme la vida. Para mí fue un placer ser fotógrafa, pero era un oficio esforzado y ahora, de repente, no hago nada y me viene todo en bandeja. Me convertí en un personaje”, dice Lucrecia Plat , la artista que acaba de ser seleccionada en el Programa de Financiamiento Mecenazgo, que depende del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, para la puesta en valor de su trabajo fotográfico y que la artista espera coronar con la publicación de un libro.

Lucrecia Plataroti tiene 78 años. Es una fotógrafa que estuvo en actividad entre los 60 y principios de los 80 para LA NACION, la revista de espectáculos de Clarín, los diarios La Gaceta y Pueblo de España. Publicó en el único número de la revista de vanguardia Mr. Crusoe sobre la obra de Rogelio Polesello y para el Centro de Editores de América Latina realizó una serie de retratos a escritores, que hoy son icónicos, como Alejandra Pizarnik, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, David Viñas, Delia Passini, Carlos Gorostiza, Héctor Murena, Leopoldo Marechal, Marta Lynch, Olga Orozco y Miguel Brascó.

En los últimos años, la obra de Lucrecia terminó en manos del artista Bruno Dubner. Luego de un año chequeando negativos y fotografías, el fotógrafo presentó las imágenes curadas en El humo entra en tus ojos, una exposición colectiva de Annemarie Heinrich, Cecilia Szalkowicz y Plat en Galería Vasari, en 2012, y luego en la reapertura de la Fotogalería del Teatro San Martín, con la muestra Máxima Reserva, en 2018. Esos acontecimientos fueron los disparadores para la organización y puesta en valor del acervo.



Lucrecia es una mujer en un trabajo que era considerado para hombres hace 50 años. Se retiró muy joven y su obra quedó perdida y desconocida, pues estaba destinada a capturar y contar una noticia. Plat estudiaba psicología y mientras estaba empleada en la municipalidad se compró una máquina de fotos. “Estaba en pareja con el periodista Sandro Tedeschi y él me decía que no soportaba que estuviera tantas horas en una oficina encerrada. Yo ya andaba con la fotografía, con él salíamos los fines de semana a tomar fotos por la calle”, cuenta.

Un verano en Villa Gesell conoció a una fotógrafa y así decidió convertirse en una. “Dejé todo y se fue armando algo muy interesante. Esa fue la primera cosa extraordinaria que viví”, dice Plat que cambió su apellido cuando su padre se quejó por abandonar la universidad para ser chasirete. “Yo me enojé y le dije: nadie va a saber que soy hija tuya. Y listo, me corté el apellido”, sonríe.

Lucrecia comenzó a circular con su cámara Rolleiflex por Buenos Aires a mediados de la década de 1960. Con otra pareja, el escritor Juan Carlos Martelli, conoció a nuevas personas. “No nos casamos y tuvimos dos hijos”, aclara y sigue: “En ese periodo yo estaba ubicada en un grupo muy especial de Buenos Aires; lo que era el Di Tella, el Moderno, adonde estaba toda la circulación de los jóvenes”, cuenta. Su ilusión era ser contratada por un medio de comunicación pero sólo trabajó por encargos especiales.



Cuando pidió un puesto en la Editorial Abril, el director le dijo que no era posible tener a una fotógrafa mujer de forma permanente porque no se la podía enviar a fotografiar una manifestación, por ejemplo. “Es verdad que en ese momento al fotoperiodismo se lo comprendía como una cosa de hombres, pero yo iba igual a cubrir algunas marchas. Fui de las primeras mujeres en hacer eso en la Argentina”, recuerda sobre su labor que la ubicó en la llegada de Juan Domingo Perón a la Argentina, en 1972 y 1973. “Quedé en medio de los tiros, en Ezeiza, pero en momentos así soy muy tranquila”, rememora.

En 1968 comenzó a colaborar en LA NACION. Lucrecia Plat se ocupaba de las fotos, Flora Nobillo Corvalán hacía los reportes para que luego la editora de moda, Susana Pereyra Iraola, tataranieta de Bartolomé Mitre, hiciera la nota para la página de la mujer. La intención de las coberturas era registrar la movida de la noche, que era mucha, fue una época de múltiples inauguraciones.

Su rol fue capturar el momento y comunicar en imágenes el mensaje. Las boites marcaban el estado de ánimo de cierta parte acomodada de la sociedad. Allí, las boutiques hacían los desfiles como forma de entretenimiento en medio de la actividad nocturna. En ese entonces, Plat no tomó conciencia de lo que significaban sus fotografías, para Lucrecia se trataba de un evento social o una inauguración, la búsqueda de un personaje que pudiera transmitir los hechos. Ella solo esperaba que la foto no pareciera preparada. A ese toque especial como sello personal le atribuye que sus fotos tuvieran más vida y eso que se consideraba frivolidad, con los años, acaparó la atención y comenzó a verse de otro modo. “De golpe, Bruno Dubner, que me conoce porque es amigo de mi hijo menor, empieza a ver mis fotos de una manera distinta, venía y opinaba que todo era genial. ¿Te parece?, le decía yo”, Entre sus registros pueden encontrarse imágenes de Claudia Sánchez en Mau Mau, de las modelos Tini de Bucourt y Kouka Denis.

Boite Regine de París, boutique L’Interdit y Afrika

Cóctel en la boite Regine de París, 1978
Cóctel en la boite Regine de París, 1978


Ines T. de Estrugamou en Regina de París
Ines T. de Estrugamou en Regina de París


Desfile en la boutique L’Interdit


La modelo Kouka Denis desfila en la boite Afrika
La modelo Kouka Denis desfila en la boite Afrika


El trabajo fotográfico de Lucrecia puede considerarse material de consulta interesante para rescatar un momento de Buenos Aires que nunca más volvió a repetirse. En el caso de la moda, Lucrecia Plat retrató el inicio de los desfiles tal como los conocemos en la actualidad. En los años 60 la moda estaba revolucionando su sistema con el surgimiento del prêt-à-porter de diseñador, plasmado durante las décadas de 1960 y 1970.

Lucrecia mantiene en sus negativos y hojas amarillentas un testimonio de la idea contemporánea de la pasarela. Recopiló imágenes de todas las boutiques del momento, como Z de María Marta Zavalia o L’Interdit, fotografió las colecciones que la casa Marilú hacía en su tienda de Florida al 700 y los debuts de Gino Bogani y Manuel Lamarca, a los únicos que les reconoce originalidad y creación en los diseños.

“Los demás copiaban y usaban telas muy burdas”, cuenta y remarca que era Mary Tapia la que realmente se destacaba. A la pionera de la moda criolla la fotografió desde sus inicios en Buenos Aires y a quien el diario le dedicó doble página tras su regreso triunfal de Nueva York, en 1977. “Lo de ella fue hermoso, cuando metió el barracán hizo cosas maravillosas. No hubo nada igual”, opina. Ordenadas, esas fotografías dan testimonio de la transformación de la industria en las últimas décadas, que en esos días era más secreta, mientras que en la actualidad se difunden a una velocidad de miles de imágenes por minuto.

Sus fotografías son un registro de época y fueron publicadas en los dos diarios más importantes para anunciar los cambios entre temporadas. “Fue un momento de sofisticación muy grande que contrastaba con el clima violento de la calle durante la dictadura militar”, recuerda la fotógrafa.

Los espectáculos del Instituto Di Tella, la movida del Bar Moderno, el pulso del teatro de revistas de la avenida Corrientes, y las discotecas mapean su recorrido que ella recuerda como parte de un círculo pequeño donde siempre coincidian las mismas personas. “Yo iba y me quedaba mirando, esperando la foto sin llamar la atención porque no me gusta modificar la escena”, dice. Cubrió backstages, capturó los primeros desfiles de la nueva generación de modistos y el final de las casas de moda. Lucrecia salía con su cámara y luego enviaba los rollos a los editores. Cuando colaboraba con medios de España debía apurarse porque el avión despegaba a las nueve de la noche, por eso mucho de su material está perdido o en vistas de ser recuperado.



El desarrollo de la tecnología de las cámaras y el papel de periódico blanco y negro a color, los enfoques –automático y digital–, también modificaron la forma en la que se consume bajo el concepto de estilo de vida. Incluso en el pasado los fotógrafos debían correr hacia el movimiento, mientras que ahora esa escena va hacia ellos: la vida hoy está orquestada para la cámara.

La creación de imágenes requiere de un creador. Lucrecia, sin saberlo, convirtió su obra en un testimonio fundamental. Capturó momentos efímeros y los estableció hacia la eternidad. En sus fotogramas congLa creación de imágenes requiere de un creador. Lucrecia, sin saberlo, convirtió su obra en un testimonio fundamental. Capturó momentos efímeros y los estableció hacia la eternidad. En sus fotogramas congeló a las modelos de grandes peinados de rulos, enloquecedores delineados de ojos saltones en lápiz khol.

Atrapó con su lente la belleza natural de las noveles vedettes Nélida Lobato y Susana Giménez, a las bailarinas y sus plumas tras bambalinas antes de una actuación. Fotografió el gesto de brazos extendidos convertido en marca personal de Kouka Denis, la modelo que fue musa de Yves Saint Laurent en su tiempo como diseñador de Dior, en los contados desfiles que hizo en Buenos Aires y las costumbres y vestimentas de las mujeres y hombres del circuito porteño de los 60 y 70 en boites como Mau Mau, Regina y Afrika.

Cada uno de estos registros mantiene más que una imagen sino que encapsulan los cambios en la conciencia cultural que aborda un contexto más amplio. Entre los sesentas y el retorno de la vida en democracia, la carrera de Lucrecia Plat consistió en atesorar esos momentos que llegaron a definir su identidad como mujer profesional.

Fotografía tomada en 1967, para la campaña publicitaria Freskyta para Coca-Cola


Fotografía de la campaña Freskyta para Coca-Cola en Italpark y otros lugares de la Ciudad de Buenos Aires, 1967


Después de muchos años de labor nocturna, Lucrecia decidió pasarse al mundo publicitario. “Me compré un departamento en el centro que lo convertí en estudio pero nunca me terminó de apasionar la fotografía publicitaria. Hice fotos, campañas, nada del otro mundo, pero fueron unos cuantos años de oficio. Esa es toda mi historia en la fotografía”, cuenta en su casa frente al parque Las Heras, en un living repleto de cajas, carpetas y sobres vintage que esperan su turno para ser identificados en el procedimiento de catalogación, identificación y digitalización.

Entre sus trabajos publicitarios, en 1967 realizó una campaña publicitaria de la bebida Freskita, para Coca-Cola Realizó las tomas en Italpark y otros lugares de la Ciudad de Buenos Aires, e intervinieron artistas y personalidades como Rogelio Polesello, Ringo Bonavena, Lautaro Murúa y Leonardo Favio, entre otros.

Recuperación del trabajo de Lucrecia Plat

La fotógraga Clara Nerone está a cargo de resignificar, reivindicar y poner en valor la obra de Lucrecia Plat. La artista, que está especializada en gestión, conservación de archivos fotográficos para colecciones públicas y privadas, ya digitalizó el material inédito en un 60%.

El recorrido es arduo: hay una tarea de investigación e identificación de escenas y personajes, catalogación e inventariado, más el armado de una base de datos y la conservación y difusión del contenido fotográfico que busca quedar inmortalizado en un libro. Clara presentó el proyecto ¿Quién es Lucrecia Plat?, que fue seleccionado en el programa Mecenazgo con un presupuesto de $300.000 y espera dar con el mecenas que pueda subsidiar el rescate de este legado a través de su aporte de contribuyente de ingresos brutos de la ciudad.

“Lo más genial que sucede es como otra persona te da una lectura completamente distinta de lo que hiciste. Para mi eran fotos de algún cocktail, de fulana de tal, la búsqueda por transmitir algo vivo en una foto que no pareciera tan posada. Es muy lindo encontrarme con todo mi trabajo en retrospectiva y saber que ahora tiene otro valor”, dice con una sonrisa pícara y advirtiendo que, a su edad, esto es un divertimento.

Lucrecia Plat
Lucrecia Plat con una cámara Nikon analógica en su casa de Palermo (Foto: Juan Pablo Soler)

Texto: Lorena Pérez
Fotos: Lucrecia Plat
Publicado: 25-03-2021
Fuente: lanacion.com.ar